L A R A M I L L E T E R A
Ramilletera de estos alcores,
Siempre vendiendo llenos de cintas,
De cintas verdes, ramos de flores;
Si ya vendiendo
Te siguen siempre los ruiseñores,
No es por las flores de gayas pintas,
Sí por el seno do van las cintas.
Del huertecillo de los manzanos
Dicen que quieres, ramilletera,
Los olorosos lirios enanos,
¿Por qué los quieres,
Cuando no hay lirios como tus manos?
No por la fama, que es volandera,
Sí por ser linda, ramilletera!
Tiene tal magia tus ojos pardos,
Que el Dios con venda sobre los ojos,
Entre verbenas, mirtos y nardos
Guardó su venda,
Rompió la aljaba, rompió los dardos,
Queriendo sólo que en sus enojos
Sirvan los dardos que hay en tus ojos.
Como andas siempre por los rosales,
Y esa s tus trenzas son hebras de oro,
Dicen no hay otas trenzas iguales,
Porque en tus trenzas,
A los suspiros primaverales,
Van ocultando como un tesoro
Las mariposas su polvo de oro.
Según repiten las zagalejas
Por las encinas de boca en boca,
Mientras dormías so las añejas
Altas encinas,
Posó en tus labios tropel de abejas,
Y al despertarte la turba loca
Panal de Hibla llamó tu boca.
¿Qué más? El día que las junqueras,
Cogiendo flores, quedó tu talle
Preso entre juncos y enredaderas
Llenas de flores,
Se dijo a gritos en las praderas,
Que entre los juncos del hondo valle
No hay junco verde como tu talle.
No, pués, te engrías, dulce paloma,
Vendiendo incauta tus ramilletes.
Es que no hay flores con tanto aroma,
Como la incauta,
Que baja al valle, sube a la loma,
Dejando toquen sus brazaletes,
Mientras le compran sus ramilletes.
HIMNO EPITALÁMICO
No en esa estancia penetréis divina:
Sobre el ara de aromas,
Pálida de pasión, llevó Ericina
Sus risueñas palomas.
¡Atrás! ¿No veis que hasta el dorado plinto
Cae el flotante velo?
La diosa ha descendido a ese recinto
En un rayo del cielo.
Velad tanto esplendor, oculte Apolo
La luz de sus mañanas:
Que a la estancia nupcial penetren sólo
Las flores por galanas.
La madre del amor desciñe estrecho
El ceñidor de oro.
Roja la boca y palpitante el pecho
Del oculto tesoro
Suelte temblando, al seductor desvió
La crencha perfumada…
¡Cuán divina estarás , rosa de Chío,
Así, medio velada!
Fortunado amador, la diosa esbelta
Yá besa al dulce niño;
Mirad como el rapaz sonriendo suelta
Su túnica de armiño.
¡Silencio! Ni un suspiro en el imperio
De los castos amores.
No temáis que una flor rompa el misterio.
Que mudas son las flores.
T Á R D A S
¡Tárdas!, y muere el día,
Y se acerca la noche, y desespero…
Tárdas, Clemencia mía,
Porque no sabes tú cuánto te quiero.
Herido siento el corazón, y lloro,
Y tú tárdas, Clemencia, y yo te adoro.
En silencio apacible
Se han venido los astros asomando,
Y tárdas!...Imposible
Es vivir como yo vivo agonizando,
Muriendo en medio de tan dulce calma.
¡Ay!, si vinieras tú, bien de mi alma!...
Si vieras en mi anhelo
Como sufro esperando tu venida;
Como demando al cielo
La paz del corazón, ya que la vida
Eres, Clemencia, tú, tú que no vienes
Y aquí esperando sin piedad me tienes…
En zozobra tan triste,
Piénsalo bien, Clemencia, yo me muero:
Mi alma no resiste
El bien de la esperanza, si te espero…
El bien de la esperanza…¡cuán sombrío
Es ese bien, si tardas, amor mío!
Clemencia, bien lo sabes:
Mientras mi pobre corazón se abisma,
Solemnes son y graves
Nuestro destino, nuestra vida misma…
Silencio, hermosa! Cuando así se quiere
Palpita el corazón, estalla…y muere!
AL L A G O (fragmento)
Perfiles de oro tienen a miles
Las tersas olas del lago azul,
I, aunque otros lagos tengan sutiles
Perfiles de oro,
No son de aquellos aúreos perfiles,
Olas de fuego, randas de luz,
Perfiles de oro del lago azul.
A MARACAIBO (fragmento)
Opacos horizontes
Y rumor de airecillos y cantares,
Y sombras en los montes,
Y soledad dulcísima
En la tierra feliz de los palmares,
Y allá a lo lejos la luna que se encumbra
Y un cielo azul de porcelana alumbra.
EL RAYO AZUL (fragmento)
Siempre brillando en las marinas brumas
Al último reflejo vespertino!
Por qué me inspiras tú, rayo divino,
La paz del corazón?
Más puro que las aguas tembladoras
Del plateado y pacífico arroyuelo,
Por qué te asomas tú, rayo del cielo,
Como extraña visión?
JOSÉ RAMÓN YEPES. Nació en Maracaibo en 1822, y murió en Maracaibo, trágicamente en 1881, sirviéndole de tumba el Lago que tanto amo.Fue marino y escritor (poeta y narrador). Como marino llegó a ser general de brigada, grado que equivale a contralmirante en la actualidad, fue Capitan del puerto de Maracaibo en tres ocasiones, director de marina en el Ministerio de Guerra y Marina (1874 y 1877). Además ocupó los cargos de diputado y senador al Congreso Nacional. Fue llamado El Cisne del Lago, y usó el seudónimo de Guairaratín. Sus últimos años transcurrieron en Maracaibo, donde su muerte fue rodeada de una hermosa leyenda; cuéntase que al morir ahogado en su Coquivacoa, un Cisne remonto vuelos desde las aguas,” Era su alma que voló en forma de Cisna hacia el cielo”. El duelo regional fue inmenso, localizados sus restos y en 1949 fueron trasladados al Panteón Nacional. Perteneció a la primera generación romántica venezolana, donde se le considera su mayor figura, poeta nativista, escribió dos pequeñas narraciones: Anaida e Yguaraya. Su nombre debe ser rescatado para la historia literaria venezolana.
viernes, 7 de noviembre de 2008
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