RELAMPAGO DEL SUR
Destello mineral, milenario
y mítico,
llevas a cuesta la edad de los grandes temporales
y en tus orígenes se cuecen los ríos aluviales del sur
con las aguas claras y negras de una ciénaga de encantos.
¿Cuántos misterios palpan tus fuentes
ante la infinita suspicacia de tu fulgor?
¿Cuánto mar vertido
ante la centella
enmudecida de tu esplendor?
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Mineral tu resplandor cuando cubres los cielos
en un inusitado delta de grafitos y farolas.
Un collage de cristales de fuego y cuarzo iluminan
y desbordan los límites de ingeniosos espejos
cuando vanamente intentan retenerte.
Un lienzo de ocres dispersos,
llevados por mil centellas
y cien chubascos,
se estremece intermitente a orillas de la memoria.
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Milenario tus orígenes
que surten allí sus estaciones,
sus meteoritos que iluminan la noche lacustre, la ladera andina,
el amanecer fluvial
y los malecones del mundo que de puro olvido
restallan ante tu esplendor.
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Mítico el destello que iluminó las noches de la cuenca
y sus hombres de agua, sus casas de agua, sus noches de torrentera y chubasco.
¿Comentaron los onotos de Toas a los quiriquires del sur
sobre el eterno resplendor?
¿Fue guía en el intercambio en la oscurana lacustre,
propició fogatas en las arenas,
esplendor ante el cardumen,
hizo luz en el manglar en el alba de los nacimientos?
¿Qué impresión guardó
el burede en las orillas del río Concha,
el torondoy de las laderas andinas
y el bobures del lago ante la llamarada que deslumbraba sus noches?
En el boscaje y la sabana iluminados por el relámpago los Bari, yukpa, añú, wayuu aún son convocados
por el destello ancestral , más allá de su silencio, más allá de su fuego.
Nuestros pueblos originarios
alzaron sus ojos ante tu luz como fuente de vida,
el encanto rozó su fascinación,
el fulgor cautivó su hechizo.
Catatumbo, es desde su lengua de origen, tierra de huracanes,
tierra de chubascos y salitres. Tierra de luz permanente.
¡Llamarada!
Fuego sobre las aguas, fuego del cielo. Río de fuego. Rio en el cielo
para los Bari. Expresión de la Madre Tierra, para los Yukpa. Sangre
ancestral, venas de la tierra por la furia de Maleiwa, para los Wayuu.
Mítico tu fulgor escrito en bitácoras de fuego,
donde las conquistas disputaron sus dominios
bajo la linterna iluminada de tus noches.
Francis Drake y su mala sombra,
rindió tributo a tus destellos
al invocarte perdido ante Diego Suárez de Amaya,
otra ave de rapiña que merodeaba bajo el asombro del trópico.
Lope de Vega cuando armaba su catálogo al impostor,
invocó tu trascendencia, en su épica Dragontea, donde se afinaba el alcance de tu fulgor,
el poeta madrileño nombraba al asombro.
El inquieto naturalista Humboldt nos habla de esas singulares luces,
esas llamas, esas fosforescencias que al parecer nacen en el río
Catatumbo, cerca del río Zulia.
Anton Goering legó lienzos y acuarelas caldeados en tu fuego.
El marinero y cartógrafo Codazzi, describió su extrañeza ante el relámpago continuado.
José Prudencio Padilla honra tu luz con su gloria en la Batalla Naval
del Lago al vencer a la escuadra española, en una crónica que aún no
terminamos de contar.
El poeta Udon Pérez,
cantó con hidalguía,
para hacer de tu esplendor un himno,
en su tenacidad parnasiana lo escuchamos,
en tu noble misión, apostado en alguna esquina de su memorable como desvanecida ciudad,
"La luz con que el relámpago / tenaz del Catatumbo /
del nauta fija el rumbo / cual límpido farol”.
Y Checame, José del Carmen Guerrero,
morador y memoria de Congo,
trajina el punto cardinal de tu nacimiento,
sabe que eres errático y esquivo,
volátil y titilante,
él, te ha tenido entre sus manos,
en el punto exacto donde te abarca su mirada,
cuando lanza la red ante el cardumen,
cuando recoge el anzuelo con la zurda,
esplendido ante sus ojos,
donde revientas los cielos
y la mar
y persigues su sombra,
esa llamarada de más adentro,
alojada en su alma.
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En un madero con mástil
que los abuelos llamaron piragua
recorríamos las distancias siderales cuando navegábamos los
ríos de la infancia.
Entonces esos relámpagos en acecho que son los ríos,
ardían bajo tu fuego
y seguían el curso de tu esplendor.
Los carros de hojalata que los abuelos llamaron trenes
crepitaban en sus rieles bajo tu ímpetu
y los maderos con mástiles y velas
que los abuelos llamaron piraguas
seguían la ruta que destilaba tu luz.
Entonces, el potro de nácar
que abrevaba en las nacientes
se tornaba dorado en su trote
y no sabíamos si las piraguas, los trenes
y el caballo de nácar regresarían alguna vez,
más allá de esa llamarada.
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Silente y continuo,
distante y perenne
alumbras la ruta de navegantes
y pescadores,
te metes como río en acecho
en nuestra más antiguo credo,
convocas el misterio,
incendias el hechizo,
---eres una aldea en llamarada, un bosque de fuego,
una antorcha iluminando desvencijados pueblos de agua,
un croquis de agua y fuego que madruga nuestra memoria---
y despiertas al borde mismo de los sueños.
Nos contienes y rebasas,
Nos imantas y colmas
Y sólo tiendes silentes destellos de luz ante los ríos
que se desvelan en tu fuego.
Un alfabeto en llamas intenta nombrarte,
no lo logra, más allá del asombro.
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Ahora cuando las redes internautas
acercan el sin fin del mundo
y el planeta cabe en un adminiculo,
el relámpago silente está allí,
convocando el misterio,
diseñando insólitos
y esquivos croquis ante nuestra mirada.
Sutil, inaprensible, envía
señales, extraordinarias señales
ante nuestras cada vez más incrédulas maneras
de percibir el mundo que ya cabe en un artefacto.
En su mutismo,
traza infinitos bosques de luz,
ante nuestros ojos
que siguen su esplendor no sin asombro…
ahora cuando en ese leño con mástil
(ahora con motor a dissel,
con no sé cuántos caballos de fuerza
y estación eléctrica)
nos acercamos al lugar de tu esplendor
ciénagas de Aguas Claras y Aguas Negras de Juan Manuel,
en tus canales iluminados,
en tus mareas arremolinadas,
creídos palpamos el origen, la infancia, el asombro.
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¿Cuánto olvido acumulado registran tus bitácoras?
¿Cuántas miserias acopian tus riberas que profesan
con esplendor su feracidad?
¿Cuánta luz inclinada sobre destartaladas chozas
donde tu destello aún alumbra el misterio, la esperanza, el amor
y también ese oficio de morir acostumbrado que es el olvido?
¿Cuánto omisión acumulada sobre ese fuego ancestral que magnífica la vida?
¿Cuántos himnos, decretos, plegarias, poemas, canciones, gaitas, gritos y tantos otros aires
faltan para no terminar de olvidarte?
Catatumbo, retumbas por dentro,
nuestro más antiguo sueño:
volver a encontrarnos en esa tierra de agua, sol y vientos
para no olvidar la semilla de tu encanto,
la semilla feraz de tu nacimiento .
Nación en Santa Barbara del Zulia el 26 de julio de 1951, licenciado en filosofía de LUZ en 1974, profesor universitario y escritor, pertenencientes a varios grupos literarios de la región. Fué director de cultura de LUZ en 1993 a 1996.